Muchos años antes de que el Dakar aterrizara en Sudamérica hubo carreras de miles de kilómetros que recorrían el continente. Era el llamado Turismo de Carretera y las etapas podían superar los 1.000 km diarios…

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Dentro de unos días, una nueva edición del Dakar tomará forma; las calles de Asunción se abarrotarán de aficionados para saludar a los participantes y ver los primeros kilómetros de la mayor competencia off road actual; dos semanas después, Buenos Aires recibirá a vencedores y supervivientes. Sin embargo, para la capital argentina, especialmente, este tipo de celebraciones no son ninguna novedad; Setenta, sesenta, cincuenta años atrás, sus principales arterias ya se abarrotaban de apasionados del automóvil al paso de una prueba del calendario de campeonato del llamado Turismo de Carretera, la modalidad deportiva del motor más arraigada en Argentina y que hoy, 80 años después de su creación, sigue quemando goma en los circuitos.

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El embrión de este tipo de desafíos más que carreras en sí mismas, que recorrían cientos de kilómetros por todo tipo de rutas, fueran de tierra o ripio, cuando existían, con barro, arena o nieve se remontan casi a los albores de la misma historia de la automoción. Si Europa vibraba con su Paris – Pekín e iniciaba las primeras incursiones por el Sahara, América del Sur y su cuna del automovilismo por antonomasia que es Argentina, ponía en marcha su Gran Premio de Carretera. Corría 1910… la prueba organizada por el Automóvil Club Argentino (ACA) se disputó entre Buenos Aires y Córdoba, unos 700 kilómetros. La ganó Juan Casoulet a los mandos de un Dio Bouton a un promedio de apenas 25 km/h.

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Las ambiciones fueron creciendo y las largadas comenzaron a traspasar fronteras. En 1935 se cruzaron los Andes para entrar en Chile. El éxito fue rotundo, la semilla de este tipo de pruebas maratón había germinado. Dos años más tarde, el ACA argentino oficializaba el Campeonato de Turismo de Carretera (TC), junto con el de Pista y Velocidad. Según el reglamento aprobado, este tipo de pruebas por la red caminera, mezcla de regularidad y velocidad, debían superar los 1.000 kilómetros de recorrido y una velocidad máxima permitida de 120 km/h. Los coches, de fabricación corriente, debían tener carrocería cerrada. La mayoría eran de tipo coupé, con motores V8 en línea y potencias en torno a los 65/70 CV.

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Pero el desafío del Primer Gran Premio de Carretera fue mucho más allá, con un trazado que se acercaba a los 7.000 km. (6.894 km para ser exactos según se recoge en las memorias del ACA) El 5 de agosto de 1937 un total de 72 equipos se lanzaban por los confines de Argentina, desde Buenos Aires hasta Resistencia, en el extremo este del país, pasando por Corrientes y virar hacia el noroeste, por Jujuy, Tucumán, La Rioja, Mendoza y poner rumbo hacia el sureste por Santa Rosa y Bahía Blanca con final en La Plata. Tras 16 etapas, el triunfo fue para Ángel Lo Valvo, a bordo de un Ford.

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El campeonato fue desarrollándose por toda Argentina, llamando la atención de otros paí­­ses y las ambiciones fueron in crescendo. En 1948 se produciría la mayor gesta del automovilismo argentino y por extensión de toda Sudamérica: el Gran Premio de la América del Sur, “casi 15.000 km para la aventura del siglo” podía leerse en el diario La Nación, en la presentación de la prueba en agosto de ese año.

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Se inscribieron 141 equipos y el recorrido, que arrancó el 20 de octubre, se dispuso en dos sectores: el primero, de Buenos Aires a Caracas, con 14 etapas. El regreso hacia Buenos Aires fue por Lima y Santiago de Chile se produjo en 5 tramos de más de 1.000 kilómetros. Los promedios de etapas superaban los 100/110 km/h, se registraron repetidamente puntas por encima de los 200 km/h y más de 4.000 kilómetros de recorrido tuvieron lugar por encima de los 3.500 metros de altitud por caminos de tierra, con frecuencia dificultados por la presencia de nieve y niebla. Una situación de ese tipo saliendo de Trujillo provocó el accidente de Fangio donde su copiloto Urrutia perdió la vida. Menos de la mitad de los equipos entrarían en Buenos Aires…

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Las décadas de los 40, los 50 y mediados de los 60 del siglo pasado fueron la época dorada del TC, de las grandes gestas y proliferación de pruebas, de los duelos intensos y dramáticos. Los hermanos Galvez, titulares de Ford y Fangio, a los mandos de Chevrolet, dividían pasiones y de ahí surgió la rivalidad de marcas Ford-Chevrolet que aún hoy en día puede notarse entre los más fierros.

Pero con los progresos tecnológicos, fomentado por el eterno duelo entre Ford y Chevy al que se sumaría Dodge y el aumento de las prestaciones de los autos llegaron también los accidentes, algunos de muy graves consecuencias para participantes y espectadores, como el ocurrido en marzo de 1988 que costó la vida a 13 espectadores. Un suceso de este calibre y la apuesta de la televisión por los circuitos en el despertar de los 90 llevó a los responsables del TC a replantearse el campeonato. El Turismo de Carretera abandonaría definitivamente las rutas abiertas para concentrarse en los circuitos y seguir siendo la disciplina deportiva de mayor éxito de Argentina.

Por cierto, si andais por Argentina, por la provincia de Buenos Aires, no dejeis escapar la oportunidad de visitar el museo Juan Manuel Fangio, en la ciudad de Balcarce. Buen gusto y pasión por los cuatro costados. Además de conocer a fondo detalles deportivos de la vida de El Chueco de Balcarce, la visita nos descubre la trayectoria del Turismo de Carretera y, por extensión, del deporte del motor en Argentina. Chema Huete

PD.-In memoriam de Federico Kirbus, periodista, viajero y apasionado del automóvil, que me facilitó el material necesario para armar la presente nota. ¡Gracias, Federico¡