Entre todos los archipiélagos esparcidos por el Atlántico Norte, el de las Feroe es el más especial y magnético. Los calificativos superlativos se agotan rápidamente ante la intensidad de la cultura y el paisaje feroés.

Son un conjunto de dieciocho islas, casi granos de arena en medio del océano, perfiladas por elevados acantilados y profundos fiordos donde saltan cascadas de aguas rebeldes y de prados infinitos donde los pueblecitos recostados están prestos para el fotógrafo más exigente. Sus gentes, de fuerte carácter, manejan una especial armonía entre lo tradicional -de marcadas raíces vikingas- y la modernidad que resulta un estímulo para la curiosidad del visitante.

Si no se va expresamente, todo viaje a Islandia en barco es un pretexto excelente para recalar unos días en este archipiélago boreal donde la vegetación arbolada es inexistente, hay más ovejas que habitantes, las islas están conectadas por rotondas submarinas y el helicóptero es un medio de transporte público habitual.

A continuación, os dejamos algunas impresiones de nuestra estancia en las Feroe, muy a pesar nuestro ceñida a las islas interconectadas por puentes y túneles submarinos. La falta de tiempo, el tamaño de nuestro camper Puyehue en algún caso y la climatología adversa en otros momentos nos impidió desplazarnos a las más meridionales, como Skuvoy y Sudoroy y casi la totalidad del conjunto septentrional de Nordoyggjar.  

Streymoy, la puerta de entrada

Tórshavn, una capital muy coqueta.- Para la mayoría de viajeros que arriban al archipiélago por vía marítima, Tórshavn es la puerta de entrada. La capital del archipiélago concentra el 40% de la población de las Feroe y es el eje por el que gravitan la actividad económica y cultural de las islas. Es una ciudad muy agradable de pasear. Modernidad y tradición conviven armoniosamente en sus calles y sus habitantes se muestran amables y cercanos a los requerimientos del visitante.

Inevitablemente, nuestros pasos nos llevarán de calles céntricas como Tórsgota al acogedor centro histórico de Undir Riggi y la península de Tinganes, cuyas casas de madera de tejados cubiertos de hierba como material refractario de la humedad y el frío han sido magníficamente restauradas y conservadas.

Las casas verdes y negras de Kirkjubour.- Los tejados de las casas de madera cubiertos de hierba como elemento aislante es una particularidad de la arquitectura tradicional de las islas Feroe. En Kirkjubour, el pueblo más sureño de la isla de Stremoy y centro político y religioso de las Islas Feroe durante la Edad Media, esta práctica alcanza su mayor realce con la combinación del color negro de las casas.

Aquí se establecieron los primeros monjes irlandeses que colonizaron las Feroe, sin duda alguna, estimulados por la posición estratégica de la zona, receptora de la madera de deriva proveniente de las costas noruegas. No debe extrañar, por tanto, que junto a las ruinas de la catedral de San Magnus (s. XIII) se levanten las casas de madera habitadas más antiguas de esas latitudes, como la granja de Kirkjubøargarður (s. XI) o la iglesia de San Olav (s.XII). La puerta de ‘La Granja del Rey’ tal vez sea su elemento decorativo más llamativo.

Valle de Saksun.- La red viaria del archipiélago de las Feroe cuenta con un número notable de carreteras panorámicas (señaladas con el símbolo de una flor amarilla) cuyos trazados internan al viajero por parajes de gran belleza.

Una de estas es la número 53, conocida también como Hvalvíksvegur. Parte de Hvalvík y por 10 kilómetros de estrecho trazado serpentea por las profundidades de un valle, entre riachuelos y lagos, hasta alcanzar Saksun, un pequeño poblado en medio de un paraje fantástico de praderías roturadas por chorreras y cascadas de agua que brincan entre riscos cuyas cumbres se pierden con frecuencia entre la niebla. En la base del valle, inmensurables bancos de arena negra se extienden bordeando el lago Pollurin hasta difuminarse en el azul marino del océano. Un decorado que adquiere perspectivas soberbias recorrido a pie en la fase de bajamar.

Tjørnuvík y la cascada de Fossá.- La carretera 594, otro trazado del selecto grupo de carreteras panorámicas de las Feroe, pone al viajero a los pies de la cascada de Fossá que, con sus 150 metros de desnivel, es el salto de agua mas largo del archipiélago. Después de haber llegado hasta aquí por la carretera Oyggjarvegur y disfrutar de las curvas del puerto de montaña más elevado de las Feroe, es el preámbulo perfecto para correr hacia el final del trayecto, entallado entre acantilados, y descubrir Tjørnuvík, un pueblito de casas coloridas establecido en un decorado natural sensacional y que no es visible hasta el último giro de la carretera.

Considerado como uno de los asentamientos más bonitos del archipiélago, el medio centenar de casas de Tjørnuvík están afirmadas en el fondo de una bahía de arena negra, frente al conjunto rocoso de Risin og Kellingin, y resguardadas por montañas dispuestas en una suerte de gradería natural que supera los 600 metros de desnivel.

Isla de Vágar, paisajes icónicos

La carretera que bordea el extremo occidental de la isla de Vágar, especialmente desde Sandavagur a Gásadalur, es un torrente de emociones. Son apenas 30 kilómetros de trayecto donde se suceden algunos de los paisajes más icónicos de las islas Feroe, como el lago Sørvágsvatn, también llamado Leitisvatn, que podemos circunvalar a pie en una asequible ruta de unos 10 km. de longitud y vistas grandiosas. Sea el orden y ritmo que imprimamos, la recompensa está asegurada en todo el trayecto, siendo la más elevada la visión de la cascada de Bøsdalafossur, espectacular desaguadero del lago por los acantilados de Trælanípa.

Al final del camino se encuentra el que probablemente sea el paisaje identitario feroés más fotografiado: la cascada de Múlafossur, un salto portentoso precipitándose hacia al océano por un acantilado próximo a los 40 metros de desnivel. La panorámica con el poblado de Gásadalur recostado en la montaña es magnífica y la vista también alcanza a la isla de Mikynes, refugio ilustre del simpático frailecillo. 

Pero si queremos completar nuestra experiencia sensorial no hay que dudar en ir al encuentro del salto de Skarðsáfossur, no muy lejano, precipitándose sobre una playa virgen y abierta al océano.

Si de poblados hablamos, además del citado Gásadalur y sin desmerecer un paseo por Sorgavur y sus playas de arena negra, está Bour, en el ecuador de la ruta, cuya hilera de casas de madera ocupan una posición privilegiada sobre el fiordo de Sørvágsfjørður y los islotes de Tindhólmur y Drangarnir.

Eysturoy, pasión por el fútbol

El legado del portero del gorro.- Los feroeses son grandes apasionados del futbol, un sentimiento extendido desde que su selección nacional, capitaneada por Jens Martin Knudsen, natural de Runavík, portero del equipo y célebre por lucir un gorro de lana blanca con pompón, consiguió frente a Austria la primera victoria internacional en el mes de septiembre de 1990. Aquella gesta conseguida por un equipo amateur catapultó la práctica del futbol hasta disputar la popularidad al balonmano y el remo, las otras disciplinas reinas. Desde entonces, el futbol base está asentado por todas las islas y sus practicantes sueñan y se entrenan pensando en la profesionalización.

Seguramente el complejo Vio Lokin en Runavík sea el referente de las islas, pero una de las instalaciones más curiosas la encontramos en Eiði. Además de punto de partida de excelentes marchas a pie, como la excursión a la cima del Slættaratindur, la montaña más alta de las Feroe, o el mirador de las rocas Risin og Kellingin, cuenta con un campo de fútbol plantado sobre los mismos acantilados. Actualmente, su superficie de tartán sirve de base para fines diversos, desde festivales a pernocta de autocaravanas. Una nueva instalación en el centro del pueblo cuida futuras promesas del futbol feroés.

Paseos por el fiordo de Funningsfjørður.- Si nos hemos aventurado hasta Eiði por la costanera occidental de la isla (ruta 62), el retorno por el interior ofrece la oportunidad de disfrutar de excelentes panorámicas y comprender mejor ese puzle geológico que son las Islas Feroe contorneando en su totalidad el fiordo de Funningsfjørður.

El placer de conducción que brindan las rutas 202 y 201 sumado a los paseos por las aldeas que jalonan el recorrido, como Funningur, Gjógv o la misma Funningsfjørður que da nombre al estuario, facilitan la actividad del viajero para pasar momentos memorables. El broche de la gira, con certeza, lo encontraremos en Elduvik, una preciosa y acogedora aldea que ofrece una sensación de tranquilidad absoluta.

Kunoy, la isla de las mujeres.

Bautizada así en contraposición a Kalsoy, `La isla de los hombres’, separada por el fiordo de Kalsoyarfjørður, escenario de rodaje de la película de James Bond No Time To Die, Kunoy ofrece una lección magistral de la geología de las Feroe. La espina dorsal basáltica de esta alargada isla brinda una pintoresca alternancia de relieves escarpados abruptamente confrontados con valles de suaves formas. Es como si un gigante armado de una cuchara de proporciones descomunales hubiera escarbado entre las grietas de las montañas para facilitar el desarrollo de la vida. Las perspectivas son tan abrumadoras en algunos momentos que resulta difícil no emocionarse.  Chema Huete

Para saber más:

  • La web www.visitfaroeislands.com contiene toda la información necesaria para preparar el viaje.
  • El site https://guidetofaroeislands.fo/ ofrece contenidos prácticos y un sinfín de propuestas guiadas.
  • La librería especializada en viajes Altair cuenta con un excelente magazine titulado ‘Islas Feroe, el archipiélago secreto’

Fuentes consultadas: www.visitfaroeislands.com y Altair Magazine, especial Islas Feroe

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