Cataratas caprichosas y majestuosas, volcanes y geiseres a docenas, algunos activos, glaciares descomunales, fiordos estrechos y profundos, un frente marítimo prácticamente intacto, esplendoroso en relieves y diverso en ecosistemas difíciles de topar en otras latitudes. Todas esas bellezas naturales se suceden en pocos kilómetros conformando una suerte de arca geológica única en Europa.

Estas son algunos de los atributos naturales y condiciones de observación que han convertido a Islandia en un destino de moda, atractivo en cualquier época del año, seguro y cómodo para el gran público. La eficaz campaña de marketing desarrollada a partir de la crisis financiera del 2008-12 promocionando el turismo como uno de los caminos para superar el cataclismo socioeconómico ha dado sus frutos. Gobierno, operadores turísticos y una nada desdeñable pléyade de ‘influencers’ enalteciendo la espectacularidad de la isla han remado de forma coordinada para situar a Islandia en el boca a boca viajero.

Ni los precios superlativos de los servicios, ni su discutible calidad -especialmente si buscamos equivalencias en la Europa continental- y tampoco la falta de empatía de buena parte de la población local, tensionada por ese boom turístico, han sido obstáculos para que el número de turistas haya crecido exponencialmente en la última década.

A pesar de esta masificación creciente -con señales de colapso en algunos puntos top y sin visos de ralentizarse-, la sensación percibida de que esa “Islandia de glaciares, volcanes, auroras boreales y aguas termales” es un gran bazar con todos los artículos disponibles al mejor postor y que la gestión medioambiental de algunas zonas es cuestionable –Jökulsárlón, con sus lagunas de icebergs y glaciares, es una muestra-, el país aún ofrece oportunidades para el viajero autónomo que desea vagar por espacios alejado de la muchedumbre.

Si no importan las bajas temperaturas, el invierno aparece como la época ideal para la observación de auroras boreales o la práctica del esquí en grado superlativo. Primavera y otoño, siempre revueltos meteorológicamente, son un imán para los amantes de los deportes al aire libre más arrojados, como el rafting en aguas bravas, el senderismo de altura, la escalada por glaciares y volcanes nevados o el surfeo por las gélidas aguas del Atlántico norte.

Pero si queremos tentarnos con cualquiera o todos esos placeres de una manera menos osada, el verano es la estación más propicia. El clima mejora sustancialmente, el día se alarga hasta acariciar el sol de media noche y la carretera de circunvalación de la isla deja de ser un corsé para la movilidad. Es la gran oportunidad de los naturalistas amateurs fijados en la observación de las colonias de frailecillos (Islas Vestmann por excelencia) o el avistamiento de ballenas (costa de Húsavik, p.e.) Los excursionistas de media y larga distancia pueden dirigir su mirada hacia los valles y cerros de Porsmork, Lansmannalaugar, Myrdal, Snaefellsnes o las escarpaduras de Mjoifjorour entre otros muchos destinos posibles. Incluso las tierras altas o los aislados y más remotos fiordos del noroeste son destinos accesibles en vehículo 4×4… con permiso de la lluvia, el viento y la nieve que, en cuestión de horas, incluso en pleno verano, pueden desbaratar los planes trazados.

Si en algún lugar de Europa, aparentemente nada remota y tecnológicamente bien dotada, hay que considerar seriamente las predicciones meteorológicas es Islandia, por su notable complejidad geográfica. Sobre todo, si en nuestra hoja de ruta -insisto en el condicional posible- figuran itinerarios por las carreteras F más alejadas o severas de trazado, exclusivas para vehículos todoterreno. Por encima de las ganas de entrar en un área, hay que evaluar a priori si podremos salir o dar media vuelta si pintan bastos.

Una sugerencia compartida tanto por viajeros experimentados en recorridos por Islandia como profesionales del sector que bregan el día a día. Al respecto, recuerdo con agrado las recomendaciones de mis viejos amigos Jordi Guirao y Albert García, director de Targuí 4×4 durante los preparativos del viaje. Ya metidos en harina, David Gutiérrez, responsable de la agencia Nosolorutas, especializada en viajes por la Islandia y Escandinavia, no se abstuvo acertadamente de recordarnos esos preceptos durante un encuentro que tuvimos en la zona sur del Vatnajojkull mientras barajábamos la posibilidad de acceder por la F206 a la zona de Laki, sometida a días de lluvias intensas… Gracias por vuestras observaciones, compays.

Es la regla básica de cualquier entrada a una zona de franqueo de obstáculos. Solo que aquí, en las inhóspitas tierras del interior de Islandia la cosa va de kilómetros. Puede que aquel riachuelo inofensivo que dejamos atrás se haya transformado en un curso de aguas bravas difícil de negociar en un regreso obligado…Un lío en ciernes que hay que prever. A título indicativo, la pista F208, uno de los itinerarios más socorridos para acceder a la zona del Fjallabak National Park supone, desde el sur, el cruce sin problemas de casi una veintena de arroyos y riachuelos, pero que toman un aspecto amenazante tras días de lluvias persistentes. Palabras mayores son los vadeos de las también populares pistas F206-7 y F249 que van hacia los preciosos entornos de Laki y Thorsmork, respectivamente. En condiciones normales, estos itinerarios están reservados únicamente a todoterrenos bien armados y conductores experimentados; tras un aguacero, sencillamente resultan peligrosísimos de acometer. Y así podríamos seguir enumerando ejemplos de pistas más o menos asequibles por todo el país, pero que pueden plantear dificultades inesperadas sin la información previa adecuada.

Situaciones similares podemos encontrarlas en los tramos de pistas costaneras encajadas a nivel de mar, como las que resiguen algunos de los fiordos más extremos del noroeste. La F622 es una de las rutas más tentadoras, pero que también cuenta con un gran historial de incidencias. Algo parecido puede decirse del aparentemente afable Myrdal… Mal rollo si se desconocen las fases de mareas…

Con todo esto queremos subrayar, además de la prudencia requerida, llámese sentido común, que viajar a Islandia requiere llevar preparadas alternativas al recorrido planificado y tener muy presente la información local. En Islandia, el hombre propone, la meteo dispone… Incluso en pleno verano, como ha sucedido este año. Un mal invierno, que dirían en Galicia, ha barrado el paso por nieve a más de uno en cotas altas de las pistas F que se internan por las Highlands.

Veníamos advertidos, pero aprendimos bruscamente que la realidad, como suele expresarse ante una ventura, acaba superando la previsión… el deseo… Arribamos a Seyoisfjorour a primeros de setiembre en medio de un temporal de viento y lluvia que hacía días barría toda la zona oriental de Islandia. Un panorama que no cambiaría sustancialmente en las próximas semanas de nuestra estancia, con secuencias de nevadas y aguaceros que vetaban definitivamente el paso a zonas centrales a través de carreteras como las F26 y F910…

Tan pronto el ferry Norröna atracó en el muelle y los portones de popa iba liberando vehículos y personas, surgía un llamado en los móviles de los presentes conminando a la evacuación de sectores de la ciudad por riesgo de inundación y desprendimientos de tierras.

Uff¡ La situación puede resultar excitante. No lo niego. Pero sin tener una composición del sitio, un lugar desconocido, observando la cola de vehículos remontando deprisa la 93 dirección a Egilsstaoir y apremiados por las advertencias de Almannavarnir, el servicio de protección civil islandés, comprendimos rápidamente, apenas unos minutos desembarcados, que el recorrido previsto por Islandia acababa de dar un giro copernicano.

De seguir el sentido contrario a las agujas del reloj, es decir, comenzando por noreste con rumbo hacia la zona más occidental, la península de Vestfiroir, por aquello de la climatología, más riesgosa en el norte que en el sur según las estadísticas, invertimos el guion de nuestro viaje, comenzando por los fiordos abordables del centro este (algunos accesos ya estaban cerrados por derrumbes o inundación) y prosiguiendo dirección sur. Un mes y medio de improvisación continua, casi siempre perseguidos por la lluvia y el sempiterno viento islandés, ora del oeste, ora del este, rastreando todas aquellas oportunidades que las condiciones atmosféricas nos brindaban para alejarnos del cordón umbilical que es la Ruta 1 y finalizando por el norte, hostigados por el frio y el hielo que queríamos evitar. Ironías de cualquier viaje. ¡Salud y buena ruta a tod@s! Chema Huete

Enlaces de interés:

Información meteorológica, nada mejor que el propio Servicio meteorológico islandés: https://en.vedur.is/ y complementarlo con los contenidos de la prestigiosa oficina noruega: https://www.yr.no/en

Estado de la red viariahttps://www.road.is/ y https://safetravel.is/, ambas con información que se actualiza constantemente sobre las condiciones de carreteas y pistas principales. La aplicación de SafeTravel.is incluye avisos de emergencia y la opción de enviarles tu plan de viaje ( https://safetravel.is/travel-plans/travel-plan/ ) para recibir o enviar notificaciones en caso de dificultades.

Informaciones para planificar el viaje: La documentación disponible es tremenda, como es fácil de suponer. Sin olvidar las guías de viaje al uso (lease Lonely Planet, Anaya, marco Polo, etc) y la extensísima lista de posts en la red, podemos comenzar por visitar la web de la oficina de turismo islandesa (https://es.visiticeland.com/). Esta ofrece material muy interesante sobre todas las regiones de la isla y enlaces secundarios que llevan a informaciones más locales que nos ayudarán a configurar el plan de viaje. De forma complementaria, las páginas de   https://icelandtravelguide.is/ y https://www.lavacarrental.is/es resultan sumamente prácticas. Aunque no tengais pensado contratar ningún tour o excursión o alquilar un vehículo vale la pena navegar por estas dos webs. A partir de aquí, a tirar millas…