El corazón de la histórica región del Cuyo argentino -también una unidad geográfica que abasta los territorios de San Luís, San Juan y Mendoza- es una fabulosa combinación de pampas, serranías y quebradas que cobija una flora y fauna tan contrastada y diversa como de alto valor ecológico.
En la zona central de Argentina, soslayando los límites meridionales de la eco región del Chaco Seco, las vastas llanuras pampeanas ven interrumpida su progresión hacia oriente por el alzamiento progresivo de cordones montañosos de base granítica. El ambiente cálido de la pampa, casi desértico de las planicies salinas, contrasta con el clima templado y frío de las serranías, con cimas que superan los 2.000 metros en algunos puntos. Las montañas están dispuestas en orientación norte – sur y las vertientes occidentales tienden a caer abruptamente, en algunos sectores con desplomes superiores a los 1.000 metros. El resultado es una compleja orografía de ajustados valles y angostas quebradas por la que discurren aguas sujetas también a una fuerte estacionalidad.
Esta topografía tan particular ha favorecido el desarrollo de ecosistemas específicos que logran su realce máximo en el entorno de la Sierra de San Luis, con una largada en torno a los 160 km. y una anchura de entre 60-70 km. La altura media está en torno a los 1.500 metros teniendo en el cerro de Agua Hedionda (2.150 msnm.) su máxima altitud. Ganar sus praderías y pasear por sus bosquecillos de tabaquillo, maitén, molle y coque desde el oeste, allá donde hay vías de acceso, puede suponer una auténtica trepada de más de ¡30 kilómetros! a bordo de un vehículo. El trayecto de San Francisco de Monte de Oro al yacimiento arqueológico de la Gruta de Inti Huasi por La Carolina es un buen ejercicio de manejo del volante. Pero ¡qué gran recorrido!, tanto por el interés histórico-cultural de los pueblos serranos como por la riqueza paisajística del entorno y el entretenimiento sensorial que proporciona. Por el camino, en los cruces más significativos no faltan las capillas dedicadas al Gauchito Gil…
La fauna terrestre también observa una gran diversidad, desde pequeños anfibios y reptiles a un amplio abanico de mamíferos. El relativo aislamiento de la zona ha preservado de la extinción muchas de las especies habituales de la zona, todo y que se consideran en ciernes algunas como el zorro colorado, el vistoso lagarto de Achala o el lampalaguas o boa de las vizcacheras, una constrictor que puede alcanzar los 3,5-4 metros y pesar unos 18 kilos. Otras, como el guanaco, gracias a los programas de reintroducción llevados a cabo desde 2007, vuelven a garbear por quebradas y estepas.
Entre las aves, las hay de todo tamaño y plumaje. El zorzal, el lorito barranquero, el gallito copetón y el carancho son los huéspedes más comunes de la sierra. El halcón peregrino o la gran águila mora, con casi dos metros de envergadura y capaz de ascender hasta los 4.000 metros, se dejan ver por pastizales y quebradas. Sin embargo, la especie soberana del aire de la Sierra de San Luis es el cóndor (kuntur, en quechua) que dobla en envergadura y en capacidad de ascensión al águila mora y, desgraciadamente, también en peligro de desaparición.
Su avistamiento es más que factible por la zona de Las Chacras, en dirección al enclave de la Mesilla del Cura, entre los Cerros de Las Vacas y del Realito, donde existen plataformas naturales al bode de los precipicios para contemplarlos con deleite en sus fases de despegue o aproximación a los nidos. Después de un intento discreto en el PN Quebrada del Condorito debido a las adversas condiciones climáticas, la experiencia vivida en Las Chacras fue sublime. Durante un par de jornadas, a pesar los cielos encapotados y la amenaza constante de lluvia, asistimos embelesados al volar majestuoso de numerosos individuos.
En algunos momentos, quizás movidos por su propia curiosidad ante nuestra presencia, su proximidad fue tal que podíamos escuchar el ruido aerodinámico producido por sus vuelos rasantes. Así mismo, era posible distinguir entre machos y hembras atendiendo a las diferencias que presentan en sus cabezas. El color cremoso del pico en contraste con el tono bermejo de la cabeza; la cresta que la corona propia de los machos; la suerte de echarpe de plumas blancas alrededor del cuello, menos denso en el caso de las hembras.
Captado el dimorfismo sexual de la especie y ya más avezados en los movimientos de la colonia, admiramos el entalle preciso de sus grandes plumas, blancas en la parte superior en contraste con el negro carbón del resto del cuerpo y la potencia de sus garras, de coloración grisácea. Ciertamente, nos sentimos colmados. Las horas de permanencia en los riscos, combatiendo como podíamos las bajas temperaturas de primeros del invierno austral, habían valido la pena. Si la partida de las aves era un momento excitante, su regreso, horas después, no era menos apasionante.
Conforme aprendíamos sobre el ave sagrada de los incas, más ansiosos estábamos por obtener más respuestas sobre su comportamiento y simbolismo. Mientras presenciábamos sus maniobras de planeo y deceleración hacia la condorera a velocidades superiores a los 100 km/h. sobre el bello Salto del Chispiadero nos vino a la cabeza el mito del suicidio del cóndor. La creencia extendida indica que al sentirse viejo o enviudar, el cóndor busca una quebrada profunda donde arrojarse en picado para estrellarse en las rocas. No es la única especie de la que se cuenta un comportamiento similar; de los elefantes se dice algo parecido… Sin embargo, para los incas y el imaginario colectivo andino, el cóndor es inmortal; su muerte es un estadio transitorio; al dejarse caer al vacío con las alas recogidas renace de nuevo en el nido. El cóndor simboliza la fuerza, la inteligencia, la libertad y el enaltecimiento, cualidades que quedan reflejadas en emblemas y escudos de varios países, comunidades y asociaciones andinas.
La respuesta a ese hipotético comportamiento épico del cóndor podíamos encontrarla en otro espacio natural privilegiado y no muy lejano. Camino de San Juan, unos 130 km al NO de San Luís, se ubica el Parque Nacional de las Quijadas que da protección a un excelso conjunto de áridas serranías de color rojizo fuertemente erosionadas. La acción persistente y combinada del agua y el viento junto a la amplitud térmica del lugar modela desde hace millones de años el territorio. El resultado son bloques montañosos, fallados en graderías que descienden precipitadamente hacia la plana, conformando una suerte de gigantesco anfiteatro natural conocido como Potrero de la Aguada. El acercamiento a los farallones es posible con la ayuda de un guía, pues el camino implica la travesía de un intrincado laberinto de ramblas, gargantas y cañones. La excursión también es un viaje al pasado, pues la zona es rica en yacimientos paleontológicos, con muestras visibles de huellas de dinosaurios y reptiles voladores como el Pterodaustro, con sus notables mandíbulas curvadas hacia arriba.
La fauna actual no es muy diferente de la observada en las serranías de San Luís, pero añade especies propias del Chaco Seco como tortugas, maras, pumas, ñandús, mulas y burros salvajes. El conjunto de aves presentes es prácticamente calcado y el cóndor también tiene su aposento en los despeñaderos más alejados y elevados del parque. Por razones de seguridad, básicamente, no pudimos acceder a la base de estos dominios. Pero, si damos crédito a las explicaciones de los guías del parque sobre la cuestión, el mito del suicidio del cóndor es plausible: en las brechas más profundas, casi simas de 300 metros de desnivel, se encuentran regularmente restos óseos de la carismática ave.
El viajero por la zona aún puede dar una plusvalía a su curiosidad en este viaje por las sierras centrales de Argentina. Salvado el Valle de Conlara, la serranía de San Luís tiene su proyección hacia la Sierra de Comechingones, divisoria natural entre las provincias de San Luis y de Córdoba. El viajero en tránsito hacia la capital jesuítica o con la vista puesta en La Quebrada del Condorito, poseedor de un vehículo 4×4 o una moto tipo Trail e insensible al vértigo, disfrutará enormemente por la pista que parte próxima a Villa de Merlo en dirección a La Cruz. Por los aledaños de La Cumbrecita pueden explorarse algunas pistas que conducen por el sector norte y más elevado de la sierra hacia el santuario natural de La Quebrada del Condorito. Mercè Duran y Chema Huete. Fotos: Ch. Huete y PN. Gobierno Argentina (foto lagarto de Achala).
Enlaces de interés:
Parques Nacionales de Argentina
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