De Mendoza a Cabo Vírgenes, el camino más emblemático de Argentina apresa al viajero con fabulosos contrastes paisajísticos que la naturaleza puede exacerbar con sus exigencias meteorológicas para recordarnos que, a pesar del asfalto dominante en el trayecto, el viaje por el Sector Sur de la Ruta Nacional 40 (3.300 km aprox.) conserva todos los ingredientes para acumular vivencias, una tras otra.
La pampa del Diamante es un obstáculo prematuro para el automovilista confiado, todavía embobado con las vistas relajantes provenientes de los viñedos mendocinos del Valle de Uco. La gran estatua blanca de la Virgen María que vigila la salida sur de Mendoza se difumina rápidamente a nuestras espaldas. La Ruta Nacional 40 tiene un trazado veloz en continuo -aunque poco perfectible -ascenso que perfila con maestría la divisoria entre el paisaje humanizado de viñedos y cultivos con las desnudas y empinadas vertientes de la precordillera andina.
La placidez de la ruta se interrumpe a la vista del precioso cono del Maipo, un volcán técnicamente activo que supera los 5.300 metros. A partir de Pareditas el asfalto es inexistente por más de un centenar de kilómetros. Puede ser un tramo complicado. La calamina modela el firme y las lluvias -potencialmente torrenciales en otoño- pueden ‘alegrarnos’ un poco más la marcha. No hay asistencia de ningún tipo en un par cientos de kilómetros hasta llegar a Malargüe (quizás antes, en El Sosneado) y la señal de telefonía es una quimera. El personal prefiere enfilar la ruta 143 que pasa por San Rafael. Es lo más sensato, pero con su rumbo nos alejamos de paisajes imponentes, escoriales de lava y ramblas hendidas en un suelo torturado donde perdura el viejo trazado de la RN 40 y algunas salidas secundarias que apuntan hacia preciosos paisajes desolados como la RP 98, que busca las aguas de la Laguna del Diamante donde se refleja la imponente mole del Maipo. La soledad es total; el espacio, inmenso… Víveres y depósitos al completo. Desde finales de mayo a septiembre es mejor evitar el tránsito por estas alturas; el frio se torna rigurosísimo y las nevadas pueden ser copiosas, dejando incomunicada la zona por días o semanas.
Pero las emociones de este tramo de la Ruta 40, ya ansiosa por penetrar en las estepas patagónicas, no son ocasionales; los amantes de los deportes invernales tienen parada fija en el complejo de Las Leñas (por la RP 222), de renombre mundial, aunque también depara marcos de incontestable belleza para el senderismo.
En su avance hacia el sur, el trazado se acosta a la cordillera, dejando a tiro de piedra algunos de los sectores menos frecuentados de los Andes argentinos, como la porción que se extiende desde Malargue hasta San Martín de los Andes. Pero que también podemos extrapolar más allá del sur de Trevelin, pequeña población fundada por colonos galeses considerada una de las más frías de la Argentina.
Entre estos puntos, unos 1.300 km, el concurso de un camper 4×4 permitirá progresar con seguridad por carreteras de ripio secundarias trazadas sobre las antiguas rutas de arreos de ganado entre Argentina y Chile. Las localidades de Chos Malal, Zapala o Junín de los Andes fueron algunas de las principales encrucijadas de aquellos caminos hoy convertidos en sugestivas trazas que dejan a la vista termas naturales ignotas, volcanes colosales cubiertos de nieves eternas como Domuyo o Tromen y bosques primigenios tupidos envolviendo lagos de aguas turquesas, esmeraldas y también casi del color del azabache. Aluminé -al que podemos acceder por la Cuesta de Rahue tras un descenso vertiginoso de 300 metros en poco más de 1,000 metros horizontales-, Huechulafquen, Lolog y Lacar son los de mayor tamaño ante de que La 40 serpentee por la Región de los Siete Lagos, al sur de San Martin de los Andes, en el corazón del extenso parque nacional Nanuel Huapi, que tratamos en su momento (ver post relacionado).
El clima es severo en la zona, continental extremo, con temperaturas que superan fácilmente los -15ºC en los meses de invierno. No es territorio para flojos, como dicen por acá. De hecho, en adelante, mejor acomodar el tránsito a las épocas climatológicas más benévolas, desde octubre (antes si el deshielo lo permite) a primeros de junio. Estirar nuestra estadía hacia julio en cotas altas es tentar peligrosamente al General Invierno; agua y gasoil se congelan con facilidad… si no hemos estado previsores, el suelo helado no permite muchas escapadas a pie y el frio acumulado de semanas es el mejor agente transmisor para roturas prematuras e inesperadas de piezas del vehículo. Y os aseguro, por haberlo vivido, que las noches y los días se pueden hacer muy largos; duele respirar con un aire tan gélido. No hay nadie en docenas de kilómetros a la redonda que tenga la peregrina idea de salir de paseo y menos a la descubierta de algún turista.
La RN 40 y la red de caminos asociados que trepan hacia la cordillera de Los Andes son un regalo para los sentidos; los paisajes son de una potencia abrumadora, que merece ser vivida en su máxima intensidad con la debida preparación y precaución. Pero conviene saber y aceptar que el trazado más famoso de Argentina no tiene misericordia con los desprevenidos, e inconscientes. El infortunio es parecido. Si por estos lares es el frío el que marca la movilidad, conforme nos adentremos en la Patagonia y la Ruta 40 deje el abrigo de sierras y cordones montañosos, será el viento, furioso especialmente entre primavera y verano, el que condicionará nuestra rutina diaria.
Si andamos con tiempo, resulta interesante pasarse por el Parque Nacional de Laguna Blanca, un santuario natural situado al sur de Zapala que hará las delicias de los aficionados a la ornitología. También es muy reconfortante perderse hacia el Cerro Tronador y su Ventisquero Negro o, alcanzado El Bolsón, considerada la capital de la artesanía, dejar ‘La Cuarenta’ para tomar la RP 71 que nos sumerge en el Parque Nacional Los Alerces, tierra de maravillas insospechadas y secretos bien guardados. Por esta zona, a la altura de Cholila, encontraron refugio Butch Cassidy y Sundance Kid. Esa localidad es sede de una fiesta nacional del asado, que se celebra el primer fin de semana de febrero. Esquel aparece como la mayor población de la región; agradable y bien provista de servicios.
Este recorrido alternativo -preferible siempre que el tiempo lo permita al más cómodo que sigue la RN 40 por la estepa- podemos extenderlo por la RP 17, luego 44, en un trayecto -ripio- de gran belleza paisajística que lleva hasta Río Pico tras visitar la zona protegida de Puelo. Una cuarentena de kilómetros rumbo este por la RP19 nos devuelven al cordón umbilical de nuestro viaje hacia el aún muy lejano destino de Cabo Vírgenes, allá donde se sitúa el kilómetro 0 de la Ruta Nacional 40.
Casi totalmente asfaltada, La 40 deja las emociones de los bosques de coigües y alerces centenarios para adentrarse en la inhóspita estepa patagónica y sus grandes y aisladas estancias ganaderas. Sigue las viejas rastrilladas de los indios tehuelches, acomodándose al paso de solitarias mesetas de cantos rodados basálticos y algunos fértiles valles donde es corriente observar tropillas de guanacos y choiques.
Por debajo del paralelo 48, la ruta nacional 40 vincula con gran energía los ecosistemas propios de la estepa patagónica y los ambientes serranos del oeste, de nuevo a la vista del viajero. Rio Mayo, capital de la esquila -la fiesta, impresionante, se celebra durante la 2ª semana de enero- Perito Moreno y Gobernador Gregores son los principales puntos de paso y aprovisionamiento en los siguientes 1.000 kilómetros y dan pie, especialmente las dos últimas poblaciones, a diseñar circuitos de viaje adicionales, con verdadero carácter expedicionario, absolutamente recomendables.
El primer tour, partiendo de Perito Moreno, significa ingresar en el país vecino por Chile Chico para descubrir el nuevo Parque Nacional Patagonia, (ver post relacionado) incluyendo la visita del escondido e íntimo espacio de Jeinemeni, que detallamos en un post específico. La vuelta sigue el lago General Carrera reingresando en Argentina por el Paso Roballos proveniente de Cochrane y concluye en la Cueva de las Manos, yacimiento arqueológico de relevancia mundial.
Un centenar de kilómetros más adelante, a la altura del cruce de Las Horquetas, parte una pista de ripio (RP 37) que remonta el río Belgrano para dar acceso al alejado, solitario e impresionante Parque Nacional Perito Moreno (ver post relacionado) Este vasto espacio, que recoge casi todos los hábitats andinos y que recibe menos de 1.000 visitantes anuales, no debe confundirse con el glaciar de nombre homónimo que se ubica en el sector sur del parque nacional Los Glaciares y al que se accede por El Calafate. Llegados a esta población, recomendamos también la vuelta por el lago Roca, por el trazado viejo de la RP15 que pasa por algunos de los escenarios más emblemáticos de la Patagonia Rebelde, como Estancia Anita en cuyas proximidades se ha levantado un memorial para recordar los cientos de campesinos y obreros rurales asesinados por militares y oligarcas en los años 1920-21.
El Chalten es la llave para acceder a la otra joya de este parque, el macizo de Fitz Roy, cerro totémico entre los escaladores y excursionistas de alta montaña. Superado el paralelo 50, el camino que viene bordeando el lago Argentino se resiste a alejarse de la cordillera. El perfil continuado de las cumbres andinas es bien perceptible en días despejados, destacando la característica silueta molar del macizo de las Torres del Paine.
Llegados a la ciudad minera de Rio Turbio, el trazado de la Ruta 40 toma definitivamente rumbo este hacia la costa atlántica en busca de su punto kilométrico 0, en la bocana norte del estrecho de Magallanes, exactamente al pie del faro de Cabo Vírgenes. Es el único punto donde la mítica carretera argentina en su soberbio recorrido hacia la frontera boliviana siente y acaricia el mar. Y también el más bajo de su orografía, apenas 40 msnm.
Son los últimos 400 kilómetros recorriendo la Patagonia argentina más austral, compartiendo espacios con la trocha estrecha del ferrocarril que transporta mineral hacia Río Gallegos. La pista es asfaltada, a excepción del ramal de la antigua Ruta 1, unos 90 km., reconvertido en ruta 40 a partir de 2004. Antes de esa fecha, La 40, que ya había sufrido modificaciones parciales en algunos sectores para una mayor explotación turística de sus posibilidades, concluía o iniciaba su fantástico recorrido hacia la frontera boliviana en el estuario de Río Gallegos, en Punta Loyola, unos 124 más al norte. En algunos mapas puede observarse la traza pespunteada de una vieja pista señalada como 40 ¿?, que corre paralela al mar, desde Punta Loyola al destacamento naval de Cabo Vírgenes. Nadie de viabilidad argentina nos ha confirmado oficialmente esa nomenclatura ni tampoco tenemos información fiable de que el tránsito en su totalidad sea posible. No obstante, resulta interesante aventurarse por los alrededores de Punta Loyola para apreciar la inacabable extensión de las playas y la fantasmagórica imagen de algunos pecios, como el Kantly o Marjorie Glen, al desnudo en bajamar.
Llegados a este extremo de la carretera más larga de Argentina (5.200 km de los cuales 3.280 km corresponden al sector sur, desde Mendoza) conviene tomarse un tiempo para explorar la zona. Hemos empleado muchas semanas en llegar hasta esta área que, además del simbolizar el extremo sur continental de país (físicamente sería Punta Dúngeness, unos 8 km al sur) tiene un pasado histórico relevante y un vigente interés como espacio ecológico. Un monumento recuerda la fundación del poblado Nombre de Jesús, primer asentamiento en la Patagonia fundado por los conquistadores españoles, en este caso por Pedro Sarmiento de Gamboa) El lugar sería abandonado años después por las penurias de la población y pasaría a ser conocido como Puerto del Hambre. En los decenios posteriores, el paso descubierto por Magallanes hacia el Pacífico Sur sería la puerta de entrada a las espaldas de los pueblos originarios de toda suerte de individuos e intereses económicos y estratégicos: exploradores, cazadores, filibusteros, militares, buscadores de oro, predicadores, fugitivos de la justicia, refugiados políticos, revolucionarios, trust europeos y norteamericanos en busca de nuevas explotaciones, colonos huyendo de su miseria en Europa… En toda esta amalgama de codicia, frustraciones y logros, resuena por épica la estadía por unos meses a finales del s. XIX de Errico Malatesta, uno de los personajes más influyentes del movimiento anarquista de la época y luchador infatigable contra el fascismo de Mussolini.
Desde un punto de vista ecológico, Cabo Vírgenes, así bautizada por la expedición de Magallanes, contiene un área de especial protección para el pingüino de Magallanes. En el periodo de máxima actividad, de septiembre a marzo, puede reunir 250.000 individuos, siendo la colonia austral continental de esta especie mas importante de Argentina.
Y ahora ¿qué? Pregunta fácil, inevitable, después de cubrir los 5.200 kilómetros que se extiende ‘La Cuarenta’ entre el Faro de Cabo Vírgenes y La Quiaca…Un ‘vuelta a empezar’ con alguna variante después de algún paseo por la vecina Tierra de Fuego ¿por qué no? En un único recorrido habrán quedado muchas variantes por descubrir o conocer con mayor detenimiento. Es poco probable que hayamos podido acceder de una sola vez a todos sus atractivos, variables además según la estación del año. La primavera y el otoño son las épocas más propicias para recorrer estos territorios, pero el invierno con sus exigencias otorga una pureza sensorial inigualable en otros grandes ejes ruteros de la tierra.
Cierto es que, con el paso de los años, la Ruta Nacional 40 ha dulcificado su trato al viajero; el asfalto está más extendido en su recorrido y es de mejor calidad. Pero las distancias interminables sin asistencia de ningún tipo, el tráfico escaso, la lluvia, el viento y la nieve -y el barro en los tramos sin asfaltar- siguen recordando las dificultades de un camino que, en pleno siglo XXI, continúa preservando el espíritu de una verdadera aventura a bordo de un vehículo. Chema Huete
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