El VW Safari fue una autocaravana desarrollada para el mercado brasileño en la década de los 80 sobre la base de la generación T1 de la popular furgoneta. Camino de la Carretera Austral hemos tenido la suerte de toparnos con una de estas preciosidades y conocer sus interioridades de la mano de su propietario Elemar Buettgen.
Puerto Octay es una apacible ciudad chilena asentada en el extremo noroeste del lago Llanquihue. Creada por colonos alemanes a mediados del siglo XIX, su principal reclamo turístico es la notable arquitectura legada por sus fundadores. También suele ser escogida como punto de reposo por aquellos viajeros que desean evitar el bullicio y los inconvenientes de movilidad y precios más elevados de las próximas y más distinguidas villas de Frutillar y Puerto Varas.
El punto de encuentro gira en torno al camping El Molino, ubicado al sur de la ciudad, al final de un pequeño estuario del lago, donde se levantaba un molino y un muelle que fueron arrasados por el terremoto de 1960. Miguel Barrientos, propietario del camping, recuerda bien aquel mediodía del 22 de mayo de hace 56 años, cuando el suelo se echó a temblar. “La tierra quebraba en todas direcciones, galpones y casas del pueblo eran engullidas una tras otra. También el molino, de tres plantas abarrotadas de grano y harina se vino abajo, desapareció. Todo estaba pagado; fue la ruina de muchos vecinos, también la muerte. Yo era un crío, pero no se me han olvidado los ruidos, estruendos y gritos. También que saltaba para agarrarme a las ramas de un árbol de mi casa por el temor a que una grieta se me llevara…” De aquella catástrofe pueden verse algunos armazones de hormigón, hierro y madera que sirven de mirador y fondeo para paseantes, pescadores y barcas.
Hoy en día, el entorno del camping es sumamente agradable, con parcelas bien ordenadas y delimitadas por jóvenes ejemplares de avellanos y arrayanes y rosales espléndidos. La temporada acaba de arrancar y no hay mucho tráfico. Alguna carpa, cicloturistas, un 4×4, tres o cuatro furgos, todas VW, una LT20, Californias… y nuestro camper Puyehue, a punto de emprender la Carretera Austral. Al rato de instalarnos, vemos entrar una autocaravana capitoné vintage Volkswagen sobre base de la primera generación (T1) de la popular furgoneta. Es brasileña y lleva escrito en el frontal el nombre de Shangri-la, el lugar imaginario de la felicidad eterna tibetana y destino mítico de viajeros, que parece animar la motivación que persigue Elemar Buettgen (70), el propietario de esta preciosidad mecánica que está abordando el mayor reto de su longeva vida.
Buettgen hace dos meses que dejó la confortabilidad de su hogar en Jonville, ciudad del estado brasileño de Santa Caterina, para emprender un largo periplo hacia Usuhaia por la Ruta Austral y una vez tocada la ciudad del fin del mundo, remontar por la Ruta 40 argentina, primero y la Panamericana, después, hasta Cuzco (Perú) y llegar a Guayaquil, en Ecuador y regreso a casa. Más de 15.000 kilómetros para averiguar si el imaginario viajero alimentado por libros y foros sobre estas ciudades y entornos responde a las expectativas. Una suerte de viaje iniciático que puede sorprender pero que a mí me ha resultado atractivo. Un tipo que arrea en solitario, sin experiencia en viajes de larga distancia, hasta el fin del mundo y las cunas de las civilizaciones precolombinas más fructíferas para convertir en verdad propia relatos de terceros y las fotografías guardadas durante años que en su día cautivaron a este abogado brasileño que ya valora el “tiempo de los días que sobran” me parece sencillamente digno de atención.
Este vehículo, bautizado como Mobil Safari, fue construido durante la década de los 80 del siglo pasado por el carrocero Karmann en colaboración con Volkswagen para el mercado brasileño. El objetivo era cubrir las necesidades de un público emergente que demandaba vehículos más o menos compactos y de sencillo mantenimiento para el disfrute del tiempo de ocio. Fue creado a partir de un proyecto que la casa matriz alemana diseñó unos años antes pensando en familias pequeñas sobre el VW Transporter y tenía un equipamiento básico compuesto por mesa, cocina y algún armario. El estudio de Westfalia-Werke tuvo extrapolaciones en otros mercados con denominaciones como Gipsy o Chetahh.
El Mobil Safari contaba con el acabado Ghia con el que la firma alemana suele distinguir a sus modelos más equipados. En el caso del Safari, con cocina, baño completo, agua caliente, nevera, aire acondicionado, toma AC y dos camas. Llegaron a comercializarse unas 550 unidades hasta que Karmann cesó su producción en 1990, de las cuales, según estimaciones del Grupo de Safaristas do Brasil que agrupa propietarios y forofos de este vehículo, quedan operativas menos de la mitad. Shangri-la data de 1984 y lleva el nº 372 de fabricación. Desde 1999 es propiedad de Elemar, que llegó a pagar una suma cercana a los 20.000$ y que hoy, de venderla, podría superar los 30.000.
Esta autocaravana compacta se sustentaba sobre la versión Furgao (Kombi en brasileño) de la generación T1.5 -la T1 con el frontal de la generación T2- que estuvo en producción durante el periodo 1975 a 1996. La implementación de la célula tipo capitoné, de mayor volumen, significó un alargamiento de la zaga en cerca de 60 cm, el ancho en +30 cm y la altura quedó en 2,71 metros. También el peso aumentó, pasando de los 1.900 kg del VW Kombi a los 2.300 kilos en orden de marcha del Safari. En el caso de Shangri-la, el añadido una moto para una mayor movilidad de Elemar y otros accesorios que éste ha introducido para mejorar la calidad de vida a bordo y seguridad en ruta, como un equipo TV y audio, recambios diversos, dos ruedas de repuesto y 40 litros extras de combustible, la tara se aproxima a los 2.500 kg. Si consideramos que esta autocaravana está animada por el motor bóxer de 1,6 litros refrigerado por aire y 61 CV (65 CV en evoluciones posteriores) veremos que la relación peso potencia no es muy favorable. Aun así no es impedimento para que nuestra protagonista encare rutas por la Pampa, la Patagonia, el Altiplano o territorios amazónicos. “Todos nuestros sueños pueden ser realidad si tenemos el coraje de perseguirlos…” puede leerse en los armarios superiores que envuelven la zona de estar de la autocaravana de Elemar. Chema Huete