La periferia del golfo San Jorge, que tiene en la ciudad de Comodoro Rivadavia el principal núcleo urbano, es un espacio de sorpresas inéditas de distintos calibres y naturaleza muy diversa, todas perfectas para los viajeros que anden sin prisas… La primera parte del trayecto alcanza hasta Puerto Deseado, uno de los lugares más singulares de Argentina.
La Ruta Nacional 3 en su traspaso de las provincias de Chubutt y Santa Cruz es el eje por el que gravita uno de los trayectos más gratificantes que pueden proyectarse recorriendo la Patagonia. La distancia que separa Camarones de Puerto San Julián, extremos donde delimitamos la presente propuesta de recorrido, guarda magníficas muestras, algunas únicas en toda Sudamérica, para una buena comprensión -y disfrute- de esta zona de Argentina desparramada alrededor del golfo San Jorge.
En un post anterior tratábamos el espacio de Monte León, antaño zona de gran actividad económica y actualmente convertido en santuario ecológico. Pero este referente histórico natural de Argentina es una muestra más, probablemente la más conocida, de la diversidad de espacios y realidades que aguardan a cortas distancias de la anodina RN3. Incluso si se viaja con prisas por la kilométrica ruta que enlaza Buenos Aires con la bahía de Lapataia, en Tierra de Fuego, merece la pena planificar algún desvío o bucle. Hacia la costa atlántica, de espectaculares acantilados e inquietantes y agrestes playas, abundan las oportunidades para apreciar reservas biológicas magníficas ubicadas en enclaves de historias insospechadas. Si fijamos rumbo oeste, con la pretensión de adentrarnos en la infinita estepa patagónica, estaremos en condiciones de leer algunas de las páginas geológicas más antiguas y excitantes del continente americano.
A efectos de relato, describimos la ruta seguida -cuyo trazo figura en el mapa adjunto- con nuestro camper Puyehue en sentido sur – norte, aunque cualquier interesado proveniente de Puerto Madryn, Trelew, etc. puede modularla también sin ningún inconveniente. La estadía en el Parque Nacional Monte León (ver post relacionado) nos despertó una curiosidad creciente por desbordar la RN3 a la mínima oportunidad y saber más de algunos de los secretos escondidos de la Patagonia, únicos en toda Sudamérica. Las notas previas y las charlas con los guardaparques nos proporcionaron suficiente material como para dibujar un recorrido superior a los 1.000 kilómetros hasta alcanzar la población costera de Camarones.
Unos 72 km al norte de Comandante Luís Piedrabuena, pequeña ciudad asentada en el margen izquierdo del río Santa Cruz y considerada como uno de los núcleos urbanos que ofrece mejor calidad de vida de Argentina, tenemos la primera oportunidad de satisfacer la curiosidad. Hacia el oeste se extiende una enorme depresión del terreno, de carácter endorreico. Es la mayor y más profunda de todo el continente americano. El paraje es conocido como el Gran Bajo San Julián y tiene en la Laguna del Carbón su punto de mayor inflexión, 108 metros bajo el nivel del mar. Una reciente parcelación de la zona ha desdibujado los accesos antiguos -ahora cerrados con tranqueras- que partían a la altura de la Estancia La Silvita hacia las entrañas de la depresión. Si se quiere llegar hasta la laguna hay que tomar las anchas pistas de las explotaciones de gas y atender a los posibles requerimientos del personal. En cualquier caso, desde el mirador de la misma carretera se obtiene una buena panorámica.
Unos 47 km. más adelante, la RN3 se desdobla frente a la entrada principal de Puerto San Julián, la avenida Antonio de Viedma en honor de quien ordenó el primer asentamiento fundacional de la zona (Fuerte Floridablanca, cuyas ruinas se localizan unos 10 km al NO, por la RP25). Enmedio queda una oficina de atención ciudadana a la que es bueno acercarse en busca de información sobre la zona. Al igual que Cte. Luís Piedrabuena, merece una visita y tampoco -salvo en temporada alta, febrero es el mes punta- no hay apuros para estacionar el camper y pernoctar. Ubicada en un entorno natural magnífico, Puerto San Julián es una ciudad amable, ordenada, de casas bajas, muchas construidas bajo influencias de arquitectura británica, cargada de historia y simbolismo… La lista de episodios es larga e intensa, pero diremos que el prólogo -en la crónica occidental- se forja durante el invierno del año 1541, cuando Magallanes fondeó en la bahía para tomarse un respiro en la búsqueda de un paso hacia la India que le permitiera dar la vuelta al mundo. Fue el primer contacto de los europeos con los pueblos aborígenes de la zona, la etnia aonikenk. En la costanera hay una réplica de la nao Victoria, la más célebre de las cinco naves que formaban la expedición del navegante portugués.
Hechas las visitas culturales de rigor (Museo de los Pioneros, p.e) y todas las prospecciones gastronómicas posibles, que abundan, el interés de la zona se traslada a su litoral, donde es posible dibujar un atractivo circuito costero. El recorrido por medio de una pista convencional, alrededor de la bahía de San Julián, puede llegar a los 50 km si nos allegamos hasta Punta Desengaño, su extremo más oriental. Hacia el norte, buscando la salida de nuevo hacia la RN3, tendremos la oportunidad de rodar al borde de abruptos y espectaculares acantilados que superan los 60 metros de altura y dejan entrever una rica biodiversidad faunística. Desde los mismos arrabales de Puerto San Julián es posible observar el trajín de centenares pingüinos de Magallanes -muy activos entre octubre y abril-, cormoranes, toninas overas, delfines australes, loberías estables y hasta colonias de elefantes marinos si la época acompaña. En ocasiones, la pista serpentea entre barranqueras y bordea alguna playa. Es un buen momento para apreciar los fundamentos de los acantilados, de rocas sedimentarias trufadas de fósiles marinos del terciario…
y también las huellas de las mareas, que por estos lares alcanzan oscilaciones de 10 metros. Poca broma. Así que cuidado donde dejamos el vehículo y mucha prudencia al internarnos a caminar entre el rompiente del mar… Y lo de bañarse, tampoco es buena idea.
Por Playa La Mina, donde suelen recrearse lobos marinos, apuntamos de nuevo a la RN3, que seguimos por 113 km hasta entroncar con la RP -ruta provincial- 87 este, luego 66, también de ripio, hasta empalmar con la nacional 281. El objetivo es llegar a Puerto Deseado, distante otros 55 kilómetros y tratar de recorrer en primera instancia el margen norte de la ría Deseado, el estuario formado por el río del mismo nombre, único en su género en toda Sudamérica y de gran relevancia biológica. A lo largo de casi 40 kilómetros, si hay ánimo de subirse a un kayak, tendremos una oportunidad inmejorable, fantástica, de apreciar en gran medida y con éxito la diversidad ornitológica y la fauna marina de la Patagonia Atlántica.
A pie, en bici y con el camper de compañía, la orilla norte de la ría, de relieve más escarpado y quebrado por numerosos cañones, ofrece mejores panorámicas sobre el estuario y sus islas. Una pista que parte de la entrada NO de la ciudad facilita una descubierta muy grata de la zona. El recorrido se prolonga durante más de 50 km hasta alcanzar el naciente del Cañadón del Puerto. En ocasiones se acerca al borde mismo de los acantilados; en otras serpentea entre las mismas entrañas de los cañones que atraviesa ofreciendo perspectivas singulares.
Al otro lado de la ciudad, hacia el este, también es posible explorar el litoral y adentrarse en un conjunto de cuevas (Del indio, Piletas, Cavendish, Leones, etc.) Pero el recorrido solo es posible caminando y hay que estar atentos a las mareas (+/- 7 metros). En el interior, a unos 15 km, destaca una gruta donde se venera a la Virgen de Lourdes. En la oficina de turismo facilitan la información necesaria.
La visita de algunas de las islas exteriores que conforman el Parque Marino también es un requerimiento obligado, siendo isla Pingüino el destino de mejores expectativas. Entre las decenas de especies de aves y animales marinos al paso, el más ilustre habitante de la zona es el pingüino de penacho amarillo. Es la única colonia de esta especie de pingüinos de todo el continente, así que el esfuerzo de una hora de trayecto, movidito con frecuencia por el oleaje, lo vale. Varios operadores -situados a lo largo de la costanera, cerca de la prefectura de marina- ofrecen este servicio (Darwin Expediciones, Los Vikingos, Puerto Penacho, etc.) aunque las salidas siempre están condicionadas por el viento.
Al igual que Puerto San Julián, la historia de Puerto Deseado o simplemente Deseado, como le nombran sus habitantes, está ligada al mar. El topónimo proviene del nombre del buque ‘Desire’ del corsario inglés Thomas Cavendish, de andanzas por la zona a finales del s. XVI. La pesca es la principal actividad económica, aunque la industria del turismo está en plena pujanza, sustentada por los enormes atractivos naturales de la región. Como otras ciudades atlánticas, desde un punto de vista arquitectónico, Deseado es una amalgama de construcciones, mayoritariamente planta baja o dos a lo sumo, donde se reflejan las influencias de las distintas corrientes migratorias. Paseando no es difícil discernir influencias inglesas, eslavas, además de españolas e italianas. Con certeza, nos llamará la atención la antigua estación del Ferrocarril Nacional Patagónico, un sólido edificio de piedra y madera construido por emigrantes yugoslavos a finales del s. XIX. Era la terminal de la línea que iba a Las Heras, con conexiones hacia Los Andes, que convirtió durante décadas a Deseado en el principal puerto exportador de la Patagonia (lana y plomo, principalmente). Un vagón histórico (año 1898) instalado en la intersección de las calles San Martín y Almirante Brown y recuperado por la ciudadanía pone en contexto histórico el valor esta línea ferroviaria y su protagonismo en las revueltas sociales de 1920 y 1921, motivadas por las pésimas condiciones de trabajo de obreros y jornaleros y brutalmente reprimidas por el gobierno de Hipólito Yrigoyen. Entre toda la literatura y memoriales que se extienden por la provincia, el film de Héctor Olivera ‘Patagonia rebelde’ es seguramente el documento de mejor compresión sobre aquellos hechos que costaron la vida a centenares de trabajadores. Más adelante de este recorrido, en la confluencia de la N281 con la RN3 próxima a la población de Jaramillo, se alza un monumento recordando la figura de José Font, líder rural en las huelgas de 1921. Más conocido como Facón Grande, sobrenombre debido a las dimensiones del cuchillo –‘facón’- que colgaba de su cintura, fue asesinado junto con otros trabajadores por los militares en connivencia con los terratenientes de la zona.
Unos comentarios adicionales para concluir esta primera parte del recorrido. Para los más intrépidos, existe otra opción de aproximación a Puerto Deseado y su parque marino. Consiste en tomar la RP83, a la altura de la Estancia El Salado, unos 40 km al norte de Puerto San Julián. Pero según nos informaron, ese camino no siempre es predecible, está sujeto al traspaso de varias fincas particulares y para llegar a Puerto Deseado, salvo contratar alguna barcaza de forma expresa para el trasvase del camper, que desconocemos si existe tal posibilidad, hay que retroceder buena parte del camino para salvar el estuario.
El tránsito por la RP87 es mucho más recomendable y junto con el ramal RP85 -ida y vuelta- que acerca a la costa, resulta entretenido, discurriendo entre planicies y lomas suaves. En época de lluvias es aconsejable informase previamente antes de acometer este recorrido, de unos 140 km. antes de alcanzar el asfalto de la N281. El suelo poco es poco consistente en las proximidades de la cuenca del río Deseado, de cauce intermitente y con crecidas en otoño-invierno y también durante el deshielo de la primavera (este río nace en la cuenca del lago Buenos Aires, en los Andes). Tampoco hay que desdeñar el viento, omnipresente durante todo el año en la zona, más virulento en otoño e invierno. Atención pues a la hora de abrir las puertas del vehículo¡¡ Texto: Chema Huete; Fotos; Ch. Huete y J.Pichon
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