Tras un mes en la bodega del barco, nuestro camper Puyehue ve la luz sano y entero. La Región de los Lagos chilena será el primer destino elegido. Por delante, la Panamericana y canciones locales para destensar los nervios tras tan larga espera…

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Hace tres días que llegamos a Santiago. El otoño austral ya ha comenzado, pero sigue haciendo bastante calor en la capital chilena. Nos esperan unas horas de trajín burocrático y gestiones varias (seguros, naviera, compra de mapas, moneda, etc…) antes de tomar el bus que nos llevará a San Antonio (Puerto Central, PCE), donde esperamos con ansiedad recoger a Puyehue. Así se llama nuestro camper. Desde la naviera nos han anunciado que su desembarque se ha adelantado una jornada ya que el buque ‘Toledo’ de WWL donde viaja Puyehue no ha atracado en Iquique por fuerte marejada. Hace casi 40 días que lo dejamos en el muelle de Santander, una espera muy larga. Toca apresurarse…

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Los nervios se han apoderado de mí desde que tomé el avión en Madrid. Mercè parece más templada pero a mí el trayecto en el bus, pese a la distracción que ofrece el paisaje, no me afloja el nudo que llevo en el estómago. Al contrario, conforme se reduce la distancia que nos separa de PCE, va estrechándose. ¿Habrá llegado entero, por fuera y por dentro? Puyehue es muy pintón y, además, va cargado con todos los pertrechos para el largo viaje que nos espera… Pese a la confianza que nos ha infundido el personal de WWL no puedes sustraerte a las historias oídas de otros viajeros desolados por el estado final de sus vehículos y el robo de pertenencias. En menos de veinticuatro horas saldremos de dudas.
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Pasamos la vigilia en casa de Susana y Alejandro, una encantadora pareja chilena, viajera y viajada, que regenta un B&B en LLolleo. Peritas e Higuitos se llama. Recomendable del todo. Buena conversación y consejos de bien recibir de quienes conocen el territorio alivian la espera. A primera hora de la mañana del esperado día ‘D’ estamos como clavos en las oficinas de la aduana portuaria. Con el esperado tampón de ‘LIBRE’ en los papeles de la importación temporal del vehículo, personal de PCE nos conduce a la carpa para su recogida. La ansiedad es total, aquí ya no disimula nadie; creo que mi corazón pasa de las 200 pulsaciones. No recuerdo tanta agitación en mucho tiempo, ni cuando he tomado la salida en algunas de las carreras que he participado en pista o raids. Por fin, entre una maraña de bulldozers, vemos que asoma la pequeña vicuña silueteada en el frontal de Puyehue. Este avispado y grácil animal del altiplano es el símbolo que hemos adoptado para nuestro viaje. Todo parece en orden, ningún desperfecto exterior. El contenido del interior, pese a estar algo revuelto -imagino que por la inspección de los aduaneros. ¿España, Chile?… qué más da, ofrece la sensación de estar completo. Más tarde tocará ordenar bien todo el hato y veremos la lista de ‘bajas’ (por fortuna, limitada a unos pocos objetos y alguna prenda…ufff¡¡¡)
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El motor tres litros del Iveco cobra vida y en medio de una algarabía total enfilamos la salida del puerto. Nuestro primer destino, el lago de Puyehue y su volcán, nos espera… 1.000 km rumbo sur por la Ruta 5, la popular carretera Panamericana, como eje central. Es el preámbulo más simbólico de nuestro viaje. Allá, en su riba este, a la vista del cono volcánico ‘bautizaremos’ a nuestro camper, como si fueran las aguas del Jordán. Es un momento largamente esperado. Un buen cava nos acompaña para la celebración.
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La noche nos sorprende pasado Temuco, la capital cultural de los mapuches y cuna de Pablo Neruda. Es hora de buscar cobijo y como suele ser normativo, las estaciones de servicio a pie de la carretera son una alternativa de pernocta. En Chile, el personal se fija en las de Copec, Shell y Petrobras… Hemos ido a parar a una enorme; el trasiego de camiones es considerable y presiento que pegar ojo no será fácil, pero no tenemos más fuerzas para proseguir en la oscuridad en un trayecto insípido. En un momento indeterminado y en medio de mil ruidos y vecinos cambiantes caemos rendidos por el cansancio.
Nos despertamos al alba, sobresaltados no sabemos bien porqué, pero no somos los únicos. Es como si un toque de corneta imaginario hubiera puesto en guardia a todo quisquie. Comienza una actividad febril en el parking, a rebosar de camiones. Un grave y poderoso sonido generalizado se apodera del lugar. Los motores diésel de las tractoras toman temperatura y cargan los calderines como si estuvieran esperando una ‘qualy’ de F1. Alucino, hemos pasado la noche entre una cuba de ácido sulfúrico y un tráiler cargado de bombonas de oxígeno líquido. Un cocktail Ideal para una perfecta noche de San Juan… La excitación es tremenda; no nos quedamos atrás y siguiendo el flujo por tomar la Panamericana de nuevo reñimos posición de salida en este paddock imaginario con un Mack negro cargado de cubas de transporte del salmón. En la radio, suenan las canciones de los Potros del Norte, también del conjunto Los Machos de Bío Bío. Ondas en vena, la cosa promete…
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El paso por las regiones de la Araucania y Los Ríos rompe la monotonía de perspectivas planas infinitas. La ruta ondula entre bosques -abunda el eucalipto, para abastecer a China de madera para los palillos de comer, nos han contado- y puentes que salvan ríos de aspecto magnífico, como el río Bueno, desaguadero del bonito lago Ranco. Entramos en la Región de Los Lagos y a la altura de San Pablo enfilamos una carretera de ripio en dirección este. El primer indicador de la comuna de Puyehue queda atrás. Una hora más a lo sumo y llegaremos a nuestro destino. El paisaje está muy humanizado, cultivos y ganados paciendo decoran una tarde preciosa, serena y de temperatura agradable. El cono perfecto y nevado del volcán Osorno recorta el cielo. Con más de 2.600 metros de altura es el centinela de la región. Estamos próximos a alcanzar la orilla del lago Puyehue. El cava está a punto, nuestra felicidad es inmensa, tan desbordante como para dejar escapar alguna lágrima furtiva.
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El prólogo de nuestro viaje ya está cubierto según el guion escrito. Nos sentimos preparados para vivir los capítulos que vengan, libres y sin compromisos. En adelante será cuestión de dejarse llevar; dejar las guías al uso como si fueran libros de cabecera y curiosear, ver y escuchar a las gentes del lugar. Chema Huete