Tolhuin, Tierra de Fuego. Entrás en la confitería La Unión y lo primero en que fijás la mirada es en el chocolate y en los churros… Magníficas facturas (medias lunas, hojaldres…)

En una esquina de la tienda una mesa de despacho y una figura a tamaño natural de un médico con su bata de trabajo y un cartel que reza: OLVIDARLO ES MATARLO DOS VECES y su nombre René Favaloro.

          

Nacido en 1923, fue un reconocido cardiólogo argentino hasta su muerte por suicidio en el año 2000. Fue el primer cirujano que realizó un by-pass por la arteria safena, el eminente investigador y docente que renunció a su cargo en la Cleveland Clinic para volver a su país y seguir allá con su dedicación absoluta a la medicina y a los más desfavorecidos. Un hombre íntegro que jamás se doblegó al «retorno», es decir a la comisión que perciben los médicos que recomiendan a un cirujano concreto de éste mismo. Creó una Fundación basada en estos principios y por tanto fuera del circuito habitual del sistema sanitario argentino.

          

Hasta que la situación económica de la misma se deterioró por falta de cumplimento de los compromisos gubernamentales con la misma. Le fueron estrechando el círculo para que claudicara y entrara en el engranaje. Se disparó al corazón con pleno conocimiento y dejando una carta impactante al Presidente De la Rúa, cuya lectura recomiendo para entender hasta donde llega la corrupción en el sistema sanitario argentino. «Quizá el pecado capital que he cometido, aquí en mi país, fue expresar siempre en voz alta mis sentimientos, mis críticas, insisto en esta sociedad del privilegio, donde unos pocos gozan hasta el hartazgo, mientras la mayoría vive en la miseria y la desesperación. Todo esto no se perdona, por el contrario, se castiga» puede leerse en la citada misiva

Su última voluntad era ser incinerado y devuelto a los montes cercanos a Jacinto Aráuz, en la Pampa, allá donde ejerció de médico rural al inicio de su carrera.

Y toda esta historia empieza en una panadería de un pueblo patagónico de 3.000 habitantes a medio camino entre Río Grande y Ushuaia. No me voy a hacer la enterada, no tenía ni idea de quién fue René Favaloro, pero agradezco profundamente a un pequeño pueblo que no tuvo ninguna relación con él que guarde su memoria en el «rincón de la dignidad«.

En este mundo faltan Renés Favaloro, pero sobretodo faltan panaderos con las ideas claras y que no se avergüencen de expresarlas. Mercè Duran