Frecuentado por vulcanólogos, arqueólogos y amantes de los paisajes apocalípticos y descarnados, el Parque Nacional Pali Aike es una rareza endiabladamente cautivadora en medio de la fría estepa patagónica.

Situado en los límites septentrionales de la región chilena de Magallanes y Artártica y la argentina Tierra de Fuego, el acceso principal al Parque Nacional Pali Aike no queda muy alejado del paso internacional de Monte Aymond. Ni tampoco de la ruta proveniente de Puerto Natales e incluso del trayecto de Punta Arenas. Sin embargo, son pocos los viajeros que sitúan en sus apuntes el objetivo de conocer este espacio natural trufado de volcanes, ríos de lava, cuevas y más formas caprichosas en medio de columnas basálticas y las siluetas de cráteres rotos ennegrecidos que sobresalen entre una desolada planicie, inabarcable a la vista. La perspectiva de alcanzar la esperada Usuahaia y sus alrededores, así como la alargada sombra del archi famoso parque nacional Torres del Paine juegan en contra de su visita.

          

Sin embargo, aseguramos que este “Lugar desolado de los malos espíritus que significa Pali Aike en lengua tehuelche merece una descubierta atenta, tal vez breve -2 ó 3 días si no nos da por la vida contemplativa- pero intensa con certeza. Quizás entonces dudareis si el apelativo genérico de Tierra de Fuego que dieron a estas latitudes los primeros descubridores europeos viendo las hogueras de las tribus Aonikenk y Selkman en las orillas de ríos y esteros es justificado o debiera circunscribirse a esta porción de la Patagonia, torturada y moldeada por las fuerzas de la naturaleza.

          

Claro que eso sucedía mucho antes de las primeras correrías de Magallanes. Según los expertos, las últimas erupciones que resquebrajaron estas tierras tuvieron lugar unos 13.000 años atrás, en presencia aún de extensos campos de hielo. Un suspiro en tiempo geológico que permite observar, como si fuera una instantánea reciente, potentísimas masas de basalto aflorando entre un marasmo de piedras filosas como el corte de una navaja, paredes de cráteres y calderas vidriadas por el calor, cuevas, grutas y largos ríos de lava, negros como el azabache, corriendo por la pendiente hasta amansarse en la infinita llanura cubierta de coirones y salpicada de lagunas de agua más bien salobres.

La más grande es éstas dentro de los límites del parque (unas 5.000 ha. de extensión) es la laguna Ana, donde se concentra buena parte de la fauna del parque. Flamencos y cisnes se dejan ver con asiduidad y bandurrias, patos y ñandúes campan a sus anchas. Entre los animales de pelo, el guanaco es el más se hace notar mientras el zorro y el puma siguen sus pasos. La vistosa y vulnerable lagartija de Magallanes es la especie mejor adaptada entre los derrames de lava basáltica

          

Además de su fisonomía geológica única en la Patagonia, paisajes peculiares y escenarios privilegiados para el naturalista amateur, el espacio de Pali Aike, de unos 5.000 ha. de extensión, también tiene un gran interés arqueológico. En una de las numerosas cuevas de la zona, las conocidas como Cuevas de Fell y Pali Aike se han encontrado restos de utensilios de caza y de animales con una antigüedad en torno a los 8.000 años. Los llamados hombres de Fell, antecesores de los tehuelches, utilizaban estos refugios como cazaderos y debieron ‘entendérselas’ con milodones (una suerte de oso perezoso gigante), tigres de dientes de sable, etc.

          

Apuntes prácticos:

El acceso al PN Pali Aike se realiza por pista de ripio, bastante compactada, sin desniveles de mención y, por tanto, apta para vehículos 4×2 excepto condiciones climatológicas muy rigurosas.

La única zona estable de acampada -carpas y campers/motorhomes- dentro del parque no es muy grande, pero está bastante resguardada del viento al estar ubicada entre dos escoriales de lava. Hay que traer de todo, agua, víveres, etc. pues el parque no ofrece ningún servicio al respecto… y llevarse los deshechos, claro.

El PN Pali Aike tiene su correspondencia morfológica al otro lado de la frontera. La Reserva Nacional Laguna Azul prolonga protección al área en territorio argentino y su acceso desde la RN3 está (viniendo del norte) unos kilómetros antes del paso internacional.