Apostados a modo de vigías en las dobleces del terreno, erguidos y firmes en los cascajales frente a los vendavales, el rudo cardón o cactus gigante del altiplano florece a comienzos del verano ofreciendo un espectáculo tan sublime y delicado como efímero. En la mitología inca, su fundamento es una bella historia de amor…

Quien tome Salta como base de operaciones para recorrer el noroeste argentino o tenga fijado en su hoja de ruta explorar los valles calchaquíes por la famosa Ruta 40 (ver post relacionados) tiene a su abasto el disfrute de ecosistemas únicos y contrastados como las selvas de montaña -las famosas yungas o bosques nubosos- y las estepas del Altiplano, donde la supervivencia de las especies alcanza su mayor dramatismo.

En el segundo escenario, las áreas de cactus gigantes, cardones como les llaman por acá, dibujan con sus -a menudo- formas de candelabros enormes, las escenas más emblemáticas del noroeste argentino, extensibles inclusive al altiplano meridional boliviano. ¿quién no retiene alguna perspectiva del salar de Uyuni desde la isla de los cactus? Personalmente, el encuentro de un centenario y altivo ejemplar siempre me fascina. Al igual que me ha sucedido con los baobabs del Sahel. Su tronco espinudo y verdoso, señalado por cicatrices de un entorno hostil y que puede superar los 8 metros de altura, nunca acaba de perder el brillo. Protegido por un manto ajedrezado de espinas largas como una mano, desprende vigor, sacrificio, tenacidad, energía positiva al fin. En el mundo de la flora, estos gigantes son los resistentes por excelencia frente a la adversidad y sus organismos un referente de eficiencia energética natural. Y los dos, cactus y baobabs, orgullosos y longevos ambos, uno en América y el otro en África, comparten alegorías sobre la protección de la vida humana.

La leyenda inca que explica el origen del cardón y su bella flor blanca cuenta que Pasakana -hija de un poderoso Kuraka (cacique inca), quien no tenía el consentimiento de su padre para casarse, escapó con su amado Kehuaillu, de origen humilde. A punto de ser capturados, los enamorados pidieron protección a la Pachamama y fueron cobijados generosamente en uno de sus mantos de tierra. La diosa de la Naturaleza hizo surgir a Kehuaillu envuelto en un poncho verde, dentro del cual tenía abrazada a su amada. Cuando Pasakana quiere ver la belleza de los cerros, para no ser reconocida, se asoma del poncho en forma de una hermosa flor.

          

En el mundo terrenal, las apariciones tienen lugar a comienzos del verano, por diciembre, con el inicio del ciclo de lluvias que cicatrizarán las heridas de una tierra cuarteada por la sequía. Las flores se abren por la noche en las plantas que rondan o cuentan con más de 50 años y permanecen así buena parte del día, a la espera del aterrizaje de insectos y grandes abejorros que contribuirán a la polinización de la especie. El espectáculo dura solo unas pocas semanas, dependiendo de la pluviometría. La floración deja un fruto desprovisto de espinas, comestible, llamado pasacana.

Tradicionalmente, el cardón ha sido explotado para la construcción de edificios (véase por ejemplo la iglesia de Cachi) y ornamentación por la resistencia y vistosidad de su madera, pero también ha sido utilizado como sustento ocasional y en la medicina tradicional andina por sus propiedades curativas. Una sobreexplotación creciente ha llevado a las autoridades de los países andinos con presencia de estas peculiares plantas de lentísimo crecimiento (Argentina, Chile y Bolivia) a la creación de mecanismos -planes de manejo y áreas de especial protección- para procurar su supervivencia. El Parque Nacional Los Cardones, creado en 1996, es el resultado más fehaciente de las políticas proteccionistas del cardón. Esta área protegida (unas 65.000 ha.) dibuja un triángulo de altura -cotas entre los 2.400 y 5.000 m-  que se sitúa entre las poblaciones de Salta y Cachi y Cafayate, como extremo sur.

Partiendo de Salta camino de Cachi, el núcleo más conocido de los Altos Valles calchaquíes, por ejemplo, debemos remontar la Cuesta del Obispo para acceder al PN Los Cardones, aunque unos kilómetros antes iremos encontrando significativas poblaciones de cardones apostados a modo de vigías en los pliegues de las laderas hasta el mismo vértice de las montañas. Los locales cuentan que son los espíritus de los indios que lucharon contra invasores -los conquistadores españoles no dominaron el territorio hasta el siglo XVII- y continúan vigilando el valle de intrusos para tranquilidad de la población.

Esta porción del camino abarca un retorcido tramo de la RP 33, que salva 2.000 metros de desnivel tras 17 km de curvas y horquillas excavadas en las escarpadas laderas de la quebrada de Escoipe, fusión abrupta de los cerros Divisadero y Malcante. Antes de coronar el abra de la Piedra del Molino (3.354 msnm.) queda a nuestra izquierda un desvío hacia el paraje conocido como Valle Encantado, un ignoto lugar de formaciones caprichosas y colores intensos con presencia de lagunas. Pista angosta en algunos tramos.

          

Recorriendo la Ruta 40, provenientes de Cafayate o Cachi dependiendo del sentido que llevemos y paralelos al río Calchaquí, el más largo de Argentina, pues nace en el Abra del Acay y desemboca en el Paraná, cerca de Santa Fe, podremos disfrutar de visiones semejantes. Entre vegas y tupidos viñedos que dan origen a algunos de los mejores caldos argentinos (blanco torrontés) emergen esos candelabros florales protectores.

          

No obstante, llegando al campo del Tin Tin, con la mole del Nevado de Cachi (6.320 msnm.) hacia el oeste, es dónde obtendremos las panorámicas más extensas de cardones y ‘acariciar’ algunos de los ejemplares más longevos del parque. Este entorno, tal vez la postal más conocida del parque, está surcado por una recta de 12,3 km.

El camino ahora ya asfaltado corre paralelo al viejo trazado inca, unos 100-150 metros hacia el oeste. Protegido como bien histórico, merece la pena acercarse y poner los cinco sentidos en las desgastadas piedras de este icónico trazado de la red viaria inca Qhapaq Ñan que, entre bosques primigenios de churquis (un algarrobo espinoso) conectaba los valles calchaquíes con el valle de Lerma.

          

Cualquiera de esas poblaciones resulta idónea para abordar las interioridades del parque y vivir momentos realmente especiales. Circulando sin prisas entre poblaciones de jarillas podemos observar la expresión más minimalista del cardón, la especie blossfeldia, un diminuto botón verde de apenas 1,5 cm de diámetro que pasa por ser el cactus más pequeño del mundo. Con algo de suerte, merodeando las tropillas de guanacos, andarán el puma, el zorro colorado o el gato montés. También pueden sorprender la vista el quirquincho, la vizcacha o el pericote. El vuelo majestuoso del cóndor puede acompañarnos con las primeras horas del día. Claro que, sin necesidad de elevar tanto la vista, podemos pasmarnos con la vivacidad de algún picaflor y la persistencia del carpintero de los cardones. Resumiendo, el Parque Nacional de Los Cardones es, pese a la monotonía que sugiere la aridez dominante del lugar, un espacio sensacional de gran potencia geológica y ecosistemas inéditos donde palpita la vida.

          

Nota práctica.-

Con independencia del punto de aproximación, debemos prestar atención si vamos en verano; cuidado con las lluvias, de veras. Hay que ser muy prudentes con la climatología si la intención es penetrar hasta los confines del parque para disfrutar en plenitud de las maravillas del lugar. Los cauces secos de los arroyos Tonco, Cajón, Salado, etc. por donde discurren las pistas que van hacia Mina Otto y Amblayo, así como las trochas -difíciles incluso para un TT- que toman dirección a Angastaco y San Carlos tras cruzar el rio Calchaquí, si es que es posible, pueden transformarse por momentos en tumultuosos torrentes¡. En Payogasta se encuentra la sede principal del parque donde podremos informarnos convenientemente. Viniendo de Salta, superado el abra de la Piedra del Molino hay un punto informativo.

          

Artículos relacionados:

Ruta 40 (serctor norte -1)

Ruta 40 (sector norte y2)