Seguir el rastro de los dinosaurios y otras formas de vida fosilizadas es una manera amable y entretenida de descubrir un territorio conectando con su pasado geológico. En la Patagonia argentina, ese viaje por el túnel de tiempo es particularmente apasionante.

La geología es un hilo conductor creativo para armar un recorrido atractivo por la zona central de Argentina, desde el Neuquén a la Patagonia septentrional, desde el entorno de lago Barreales y Vaca Muerta a los lindares del río Chico. O viceversa, dependiendo de la dirección tomada. En cualquier caso, un escenario de cientos de kilómetros delimitado en su longitud por la cordillera de los Andes y las costas del océano Atlántico donde van surgiendo a nuestro paso decorados inmensos, de aires dramáticos modelados de forma continuada por una naturaleza poco indulgente en el que alternan múltiples actores: árboles fosilizados gigantes, campos icnitas y centenares de hallazgos de dinosaurios de todas las especies, algunos representando los ejemplares más enormes y particulares que poblaron la tierra en tiempos remotos.  

Este tesoro de la humanidad empezó a fraguarse hace millones de años, cuando las tierras que hoy conocemos como Patagonia eran parte de un gran fondo marino que fue colmatándose por el aporte de sedimentos procedentes de las cuencas andinas y la acción contributiva de volcanes, masiva durante el cretácico. Este periodo geológico, último de la etapa mesozoica, y al que los expertos sitúan su inicio hace 145 millones y su expiración hace 66 millones de años, es el más fructífero para los paleontólogos. De hecho, la cesación de este periodo se hace corresponder con el impacto de asteroide de grandes dimensiones datado en la zona del actual Yucatán (Méjico) que produjo un radical y dramático cambio climático. La hipótesis más aceptada por la comunidad científica indica que las consecuencias de este impacto extraterrestre combinado con un momento de gran actividad volcánica, condujeron a la extinción de los dinosaurios y de la mayor parte de formas de vida del momento.

El área circundante de Jaramillo y sus bosques petrificados, los más importantes de Sudamérica, se erige como uno de los observatorios más favorables para imaginar esa página geológica de la Patagonia y su deriva actual. Hace 150 millones de años América se separaba de África; la ausencia de los Andes facilitaba el paso de vientos húmedos del mar y las lluvias eran frecuentes. Era el momento dorado de los dinosaurios y de la existencia de bosques de gigantescos árboles, antecesores de las actuales araucarias. Millones de años después, la irrupción de la cordillera andina cortando el flujo húmedo de los vientos, la potencia de las erupciones volcánicas con el abocamiento de millones de toneladas de cenizas sepultando el territorio condujeron a un progresivo proceso de desertización y fosilización de la vida existente. El impacto del asteroide en el Yucatán fue la estocada definitiva para la mayoría de formas de vida. El mundo de los dinosaurios había acabado. Otro consiguiente y largo proceso de acciones climáticas (filtraciones de aguas, sedimentos, erosiones, etc.) desenlaza en el paisaje vigente dejando al descubierto vegetales petrificados y rastros icnitas que pueden observarse desde el promontorio que facilita una visión global de esta área protegida en la provincia de Santa Cruz catalogada como parque nacional. Además de las araucarias gigantes petrificadas por doquier, la visual hacia el suroeste es particularmente ilustrativa para imaginar ese proceso evolutivo desde el cretácico al presente. El antaño lecho marino es ocupado por una gran planicie, roturada por cauces fluviales de aguas estacionales que nutren una laguna que escapa al horizonte en sus niveles más álgidos. En su centro emergen un par de puntales rocosos –Cerros Madre e Hija como los llaman los lugareños-, restos de un extinto volcán en cuyas laderas los científicos han encontrado colmillos de tiburón.

Al norte del río Deseado, distantes algo más de un centenar de kilómetros al norte de PN Jaramillo, en el entorno de los bosques petrificados de Sarmiento (Ormaechea y Szlapelis) es otro buen punto de lectura de algunas de las páginas geológicas más antiguas de la Tierra. Pero si queremos dotarnos de información sólida y provechosa sobre el mundo de los dinosaurios y que nos permita una mejor interpretación de los escenarios a visitar, es muy recomendable acercarse al Museo Paleontológico Egidio Feruglio (MEF), en Trelew. Creado en 1999, el MEF es el centro de investigación y divulgación más importante de Sudamérica en la materia. Su fondo supera las 28.000 piezas de las cuales el visitante puede observar cerca de 700 muestras correspondientes a materiales tipo. Con un formato museístico moderno, ofrece una detallada información sobre la evolución de la Patagonia desde hace 400 millones de años.

Entre las joyas del MEF sobresale la figura del Patagotitan Mayorum, el dinosaurio más grande de la Tierra encontrado hasta la fecha. Fue descubierto en un excelente estado de preservación en la Estancia La Flecha, Chubut, (2013). Con más de 8 metros de altura, una longitud de 40 metros y unas 74 toneladas de peso estimado es la criatura más grande conocida que haya caminado sobre la Tierra. Junto a esta especie, merece destacarse por su apariencia la figura del Amargasaurus, también herbívoro, caracterizado por una doble hilera de espinas sobre su espalda y cuello.

Otro dino ilustre de la Patagonia cretácica es el Argentinosaurus, un ‘poquito menor’ en tamaño y peso. El promedio de la especie sería de 33 metros de longitud y 67 toneladas de peso,​​ aunque algunas evaluaciones elevan el peso del animalito hacia las 90 toneladas… Los primeros vestigios óseos fueron descubiertos en una estancia rural cerca de Plaza Huincul, en la contigua provincia de Neuquén. En el espacio del Museo Carmen Funes, en esa misma localidad argentina, además de una buena explicación de la industria del petróleo que da vida a la región, puede contemplarse el hallazgo del paleontólogo Guillermo Heredia junto a una excelente recreación sobre su aspecto y tamaño. Aunque no es el único huésped insigne del lugar. No muy lejos, a su espalda, acecha la mirada de unos de los dinos más aterradores de la época… y de las pantallas del cine: el Tyrannosaurus rex, T-Rex para los amigos-. Fue un tiranosaurio carnívoro gigante, cercano a las 4 Tn. de peso y 8 metros de longitud. Por cierto, andaros con cuidado: investigaciones recientes apuntan que las gallinas y los avestruces son descendientes de T-Rex…

Llegados a estas latitudes, dentro de Neuquén, a ambos márgenes del río Negro hasta las confluencias con las cuencas de los ríos Grande y Colorado, podemos estar seguros que andamos sobre los cimientos del mayor espacio de dinosaurios del mundo y que, día tras día, no para de arrojar nuevos descubrimientos. El crepúsculo del día realza un paisaje semidesértico de cañadones y mesetas de gres y margas con alternancia de tonalidades ocres y rojizas. Son los mejores instantes para adentrarnos en ese imaginario túnel del tiempo que nos aproxima a ecosistemas húmedos, de vegetación grandiosa y frondosa, donde tenía cabida la vida de los dinosaurios.

El área protegida ‘Valle Cretácico’ en su dimensión -más de 200.000 ha- probablemente sea el escenario más propicio para ello. El rodeo del embalse Ezequiel Ramos, alimentado por las aguas del río Limay -no perderse las geoformas de Los Gigantes– y el ir y venir por las carreteras RP 69 y RP74 y ramales secundarios de ripio nos allega a yacimientos icnitas y de restos fósiles de animales y vegetales como las contradas de Puesto Carus y las situadas al NW de la localidad de Cerro Policía como La Escondida, El Loro y, sobre todo, el área paleontológica de La Buitrera, un angosto cañadón de arenisca con escarpaduras que alcanzan hasta 40 m donde se preserva en muy buen estado vestigios de dinosaurios, mamíferos, serpientes, cocodrilos, tortugas, etc. El Museo Provincial Carlos Ameghino (MPCA) de la vecina ciudad de Cipolletti ofrece muestras de esa fauna del cretácico, que por su calidad de preservación es comparada con la Formación Djadokhta del Desierto de Gobi (Mongolia).

Igualmente, no podemos abandonar el área sin acudir al Museo Ernesto Bachmann (MEB), ubicado en vecina localidad de Villa El Chocón. El edificio es un antiguo hangar mecánico reconvertido por la municipalidad en espacio dedicado a la paleontología, antropología e historia de la región. Allá se encuentran los restos más completos y mejor conservados de Giganotosaurus, uno de los mayores depredadores del cretácico, de mayor tamaño y peso inclusos que el más popular T-Rex y muy cercano al Megaraptor, más feroz y temible aún que el protagonista de Jurássic Park y del que se dice desagarraba a las víctimas mediante sus filosas zarpas, de hasta los 50 centímetros sumando los huesos.

El giganoto que puede verse en Villa El Chocón fue descubierto por Rubén Darío Carolini junto con otros vecinos en julio de 1993, a unos 18 km al SO. de esa localidad. Desapareció hace 98 millones de años y alcanzaba longitudes de entre 12,3 y 13,2 metros, con un cráneo de más de 1,60 metros de largo y un peso aproximado de entre 7 y 8 toneladas.

Pero si queremos cerrar el círculo de este paseo por los escenarios más propicios para conocer la vida de los dinosaurios, debemos desplazarnos al entorno del embalse de Los Barreales y las tierras del campo petrolífero de Vaca Muerta. A poco más de una hora de manejo en coche desde las mencionadas localidades de Cipoletti, Plaza Hiuncul o Villa El Chocón, en medio de un paisaje descarnado y rojizo, meritorio de los mejores decorados de películas marcianas, en el paraje Loma de la Lata, sobre la costa norte del lago artificial, se encuentra otro centro paleontológico de referencia obligada conocido como Proyecto Dino. Más que una instalación al uso, podría decirse que se trata de un campamento científico cultural enfocado a investigadores y estudiantes de geología y paleontología y dependiente de la Universidad Nacional del Comahue. En su vertiente divulgativa y más lúdica, también está abierto al público en general, en visitas guiadas de varias horas de duración, incluso un par de jornadas si nuestro entusiasmo por los dinos nos anima a convivir con los investigadores y sus trabajos.

Proyecto Dino fue creado hace una veintena de años por el paleontólogo -y actual director del centro- Jorge Calvo. Tras algún que otro periodo de incertidumbre sobre su continuidad motivado por las dificultades económicas -no anejas de las vicisitudes del país-, las reticencias -solventadas- de algunos organismos oficiales y lograda la complicidad de las comunidades mapuches de la zona, Proyecto Dino se ha consolidado como un centro paleontológico de referencia mundial. Como dijo algún colaborador del centro durante nuestra visita, una gran ventana geológica para conocer nuestro pasado.

En el tiempo transcurrido, los investigadores han catalogado multitud de restos icnitas en tan perfecto estado de conservación que por su frescura parecen actuales y han rescatado más de 1.500 piezas fósiles entre especies vertebradas, invertebradas y vegetales. Uno de los momentos álgidos de esta trayectoria -y probablemente la que dio la inercia necesaria para la continuidad de Proyecto Dino- ocurrió durante enero de 2002, cuando el equipo de Calvo descubrió en las inmediaciones del pozo Génesis los restos muy bien conservados de un Futalognkosaurus dukei, un titanosauriano de 30-32 metros de longitud y unas 50-60 toneladas de peso, que vivió a finales del período cretácico. De forma colateral al hallazgo aflorarían cáscaras de huevo de pterosaurios, diversas especies de plantas, peces, familias juntas de cocodrilos, tortugas, reptiles voladores, huellas obviamente, etc., de tal suerte que podría considerarse que se estaba ante un ecosistema completo del cretácico nunca antes visto.

Eso implica que en el emplazamiento tampoco podía faltar el sello de los depredadores, incluido la del jefe de filas de todos los dinosaurios carnívoros, el Megaraptor. Además de pisadas bien definidas en la roca, tres dedos bien hendidos y de gran tamaño, en las dependencias de Proyecto Dino pueden contemplarse restos fosilizados de este super depredador. Si viniste de Villa El Chocón con el run-run en la cabeza sobre la ferocidad del tirano, no te quepa duda que vas a fabular historias de terror y fascinación contemplando el cortante de sus garras. No debía ser buena idea cruzarse en su camino…  Texto: Chema Huete; Fotos e ilustraciones: Mercè Duran y Museos Argentino de Ciencias Naturales, Ernesto Bachmann, Carmen Funes, MEF y Centro Paleontológico Los Barreales Proyecto Dino.

Notas de interés:

Además de los centros paleontológicos y geológicos citados existen otros con particularidades muy significativas que invitan a desarrollar itinerarios de descubierta. Destacamos los siguientes:

  • Museo Municipal de Las Lajas, especializado en espeleología.
  • Museo de Ciencias Naturales, Paleontología y Arqueología de Senillosa, fósiles de reptiles y arqueología.
  • Museo Provincial de Ciencias Naturales Dr. Juan A. Olsacher, en Zapala. Alberga la muestra de minerales más importante del pais y el fósil de una ave considerado uno de los dinosaurios más antiguas de Sudamérica.
  • Museo Municipal Argentino Urquiza y Parque “Rinconsaurus”, en Rincón de Los Sauces. Posee el esqueleto fosilizado de titanosaurio más completo conocido, además de centenares de piezas de otros dinos.
  • Museo Patagónico de Ciencias Naturales Juan Carlos Salgado, en General Roca. Es uno de los centros interdisciplinarios más importantes de la provincia de Rio Negro con una destacadísima sección paleontológica.

Sobre la desaparición de los dinosaurios, merece la pena leer el artículo ‘La extinción de los dinosaurios’ publicado en la revista National Geographic: https://www.nationalgeographic.es/historia/la-extincion-de-los-dinosaurios.

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